Voy a contarte el secreto de Cleotilde y Elena. Todo ocurrió una mañana fresca, bajo las rosas, recuerdo muy claro aquel día, los jardines estaban llenos de una neblina suave y en sus cercanías nadie se encontraba, salvo Cleotilde, Elena y mis ojos atentos. Admito que Elena me seducía, su piel blanca y cabello moreno hacían una combinación exquisita, Cleotilde era más simple aunque bella. Las dos vestían de forma muy ligera y llevaban consigo algunos libros, ambas eran mujeres muy dadas a la literatura y las artes.
Después de caminar algunos momentos y penetrar en lo profundo de los jardines, las dos se sentaron bajo la escasa sombra del rosal seco y comenzaron su lectura. Elena recitó "La vida es sueño", mientras Cleotilde la miraba con mucha atención y yo mordía mis labios observándolas, confieso que era exitante invadir un poco de su intimidad. La neblina se disrpersó con la llegada del sol, el calor del verano se hizo más presente, entonces Elena, sin ninguna clase de pudor, arrojó sus ropas al suelo y decidió agazapar su cuerpo desnudo sobre el frío pasto, Cleotilde le sigió en decisión, las dos lucían cuerpos sumamente esbelto.
No puedo olvidar las ligeras y alargadas manos de Elena, eran bellísimas, aparentaban ser suaves y reconfortantes, además, su mano derecha guardaba un anillo de plata que logró hipnotizarme por minutos. Tras algunos momentos de estar recostadas, Elena decidió acercarse a la amante, con premura tomó sus manos y las frotó contra su pecho desnudo, su respiración se agitó, entonces Cleotilde acercó sus labios a los de su amada, el tiempo de las amorosas llegó.
La escena fue una verdadera delicia, mi agitación fue tanta que temí ser descubierta. Después de varios suspiros cortantes y algunos alaridos, las dos se marcharon del rosal. Cleotilde tomó con fuerza la mano de Elena, la haló de la cintura y susurró algunas palabras sobre sus oidos. A la mañana siguiente Elena murió, cuando narré todo a la tía Silviana, ella me dijo que los labios de Cleotilde estaban envenenados.
Después de un breve rosario, acudí al jardín principal dode se encontraba Cleotilde, se dibujaba sobre su rostro una muy leve sonrisa y sus cabellos volaban con el suave aire que provenía de su abanico. La confronté, le cuestioné acerca de la muerte de Elena y las palabras que le había susurrrado en lo profundo de los jardines, pero no obtuvé palabra alguna, salvo un gesto hilarante, estuvé tanto tiempo allí tratando de encontrar respuesta que perdí la cuenta de las horas.
Finalmente se decidió, me dijo que sólo le había revelado el secreto de la rosa, entonces le exigí saberlo, pero se negó, pues todo aquel que lo conozca ha de morir, esas fueron sus palabras. No obstante, tras unos momentos de discusión, una mueca cínica se apoderó de Cleotilde, entonces lo reveló, el secreto fue mío... Una irá inimaginable se esparció entre mis entrañas, esa tarde mis manos se pintaron con su sangre. Sé que algún día, cuando el secreto de la rosa pertenezca a alguien más, volveré a ver a Elena.
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