viernes, 19 de marzo de 2010

L'amour au temps de la post-modernité

¿Qué es el amor?, ¿Por qué lo sentimos?, ¿Es necesario?, ¿Es útil?, ¿Éste debe funcionar sólo y sólo para la reproducción, para asegurar la subsistencia de la especie humana?... Al parecer, todo indica que sí, que el amor es sumamente necesario, que el amor es útil y que el amor cumple la función primordial de dar supervivencia a la raza humana. La madre siente amor por sus hijos, quizá, éste sea uno de los amores más puros y bellos. Si una madre no amara a sus hijos, entonces bien podría dejarlos con los lobos, no obstante esto no ocurre así, por el contrario, existe una conexión que implica protcción y cariño. Evidentemente existen excepciones, pero al parecer esto es un patrón que se sigue en la mayoría de las sociedades, la madre como protectora de la inocencia, como dadora de vida, como el origen de todo, incluso para Freud la madre era capaz de marcar el porvenir de sus hijos, siendo "buena" o "mala" madre, infancia es destino rezaba el padre del psicoanálisis.
Lo mismo parece ocurrir con el padre, aunque en la mayoría de las sociedades existen matices más claros, según el modelo social, y por ende familiar, que se sigue. Por ejemplo, existen modelos muy rígidos, donde el padre parece alejado del seno familiar, y más bien se comporta como una especie de juez, no obstante, también existen sociedades donde el padre tiene características cercanas a la "madre amorosa". El punto aquí, no es discutir acerca del valor social de la madre o el padre, sino simplemente hacer notar que el "amor", sí,aquello que ha inspirado durante siglos a poetas y escritores, embarga a los padres y los orilla a "proteger" a sus hijos, salvaguardando, de esta forma, la integridad de la especie, clan, tribu o sociedad.
Pero existe otro tipo de amor, uno que nos úne a otro ser humano (o seres humanos), que implica no sólo la protección y el cariño, sino también el placer (corporal), un ideal de felicidad y un sinfín de sentimientos más.
¿Pero hoy existe el amor?, no sé la respuesta aún, sin embargo, los cambios que nuestras sociedades han sufrido, indican que el amor ha dejado de ser lo sublime, lo bello, lo ideal, lo superior, lo que nos llevaba de lo mundano a lo divino, y que en efecto, comenzaba con un placer corporeo, pero que finalmente concluía en algo más, en una existencia más allá de nuestra visión material. La filosofía del amor, cuyo mejor reflejo está en el arte, entonces, parece estar muriendo, o por lo menos se está transformando de manera tan abrupta que eso aparenta.
Zygmunt Bauman, filósofo contemporáneo polaco, tiene una visión pesimista acerca del amor, cuya degeneración proviene, según el señor Bauman, del modelo consumista que se sigue (Vida de consumo, Zygmunt Bauman). Así, somos un espejismo, el ser humano ya no busca la felicidad en amplio sentido, como en otrora, donde la entregue física seguía a la entrega espiritual, aunque ésta fuera sólo por un instante. Ahora la plenitud se ve degradada, lo importante es la cantidad y la superficie, la sombra de la sombra, los espejismos, que entre más artificiales sean mayor placer han de provocar.
Efectivamente, el amor siempre ha llevado consigo una parte de superficialidad, que se ve condicionada, en la mayoría de los casos, por los patrones y estereotipos estéticos de la época, es decir, el ideal de belleza siempre ha estado presente. Sin embargo, nunca este ideal había penetrado tanto en la consciencia del humano como ahora, no sólo eso, sino que antes, la superficie era delgada, y pronto, era rota para llegar a lo profundo o por lo menos intentar llegar allí. Pero, ahora, lo superficial, nuestra sombra, nuestro espejismo, se ve aumentado, hecho con concreto, se vuelve una capa gruesa casi impenetrable y la creamos porque así lo demanda esta nueva sociedad, la sociedad de consumo, donde no hay lugar para lo sublime o eterno, sino sólo para lo efímero. Nos vendemos a nosotros mismos, nos volvemos mercancías y las redes sociales dan buena cuenta de ello, creamos imágenes impropias de nuestro ser, "hola, conoceme, me considero muy buena onda, soy simpático, me encantan los coches, me gusta pasar buenos ratos...", y así, nuestro yo, nuestro aunténtico ser, se opaca, se ve disminuido y finalmente, queda enterrado, bajo nuestra capa de concreto.
De manera similar, no intentamos penetrar y ver más allá de nuestros ojos, buscamos lo cómodo, lo placentero, sin ir más allá de la superficie, pues bien sabemos que ese concreto, el concreto del otro, es casi impenetrable, tan duro y firme como el nuestro, y que sólo nuestra perseverancia nos hara irrumpir en lo profundo, en lo valioso, pero no hay tiempo, pues lo importante es la cantidad, lo superficial y efímero. Desechamos al otro sin ni siquiera probar un instante de entrega plena, sin sentir si quiera un "algo" de su esencia, sin por lo menos ir por unos segundos de lo corporeo a lo sublime. Todo es cuerpo, todo es materia, nada es es espíritu.
Algunos argumentaran que mi imagen del amor es cercana al mundo occidental, al ideal caballeresco y burgués después, y que incluso, en otrora, en la misma sociedad occidental sin tomar otras sociedades más tradicionales y rígidas, los matrimonios estaban planeados y el amor existía en la literatura. Sin embargo, yo me pregunto, si el amor existía en la literatura, ¿no es por qué ese sentimiento estaba latente, por qué estaba allí?, independientemente de todo, lo cierto es que antes, los matrimonios, sí, estaban arreglado, sí, la idea de amor era, muchas de las veces, un idea bien plasmada en los textos pero que poco o nada correspondían a la realidad de un esclavo, un rey, un sirviente o un obrero. Sin embargo, ese matrimonio arreglado, ese amor artificial, si se le quiere ver así, cumplía una función de cohesión social, mientras que el amor literario, filosófico y estético cumplía una función espíritual, emocional, no obstante, ahora el amor ni cumple una función de cohesión social, ni mucho menos un ideal espiritual, es más, ni siquiera estamos seguros de que éste siga existiendo.
Al cobrar consciencia de ello, ¿qué podemos hacer?... No sé la respuesta, quizá, debamos reconstruir nuestro ideal de amor, quizá debamos defender el viejo ideal de amor, quizá debamos olvidarnos de la existencia del amor y continuar siendo mercancía, continuar en la entrega superficial y olvidar lo sublime.Pero yo me niego a eso, porque las palabras de Darío y Sonatina siguen bien tatuadas en mí, porque quiero alcanzar lo profundo, porque quiero que alguien lleve mi esencia, porque simplmente quiero sentir la entrega plena.

No hay comentarios: