martes, 20 de abril de 2010

La memoria de Emilio

Durante horas esperó junto a la vieja cabina telefónica, tal como acostumbraba. El verano era caluroso, y la lluvia refrescaba de vez en cuando los largos días, sus pies se posaban en algún charco mientras dibujaba sobre su muñeca algún garabato sin forma, después, repetía para sí algunas viejas historias que se sabía, pasaban algunos minutos, cuando él aparecía. Caminaban por las callejuelas del centro de la ciudad, hablaban de todo y de nada, miraban juntos el horizonte y reían a ratos, todo era perfecto.
Nunca había discusiones, parecía que ambos desfilaban a la eternidad tomados de las manos, pero aquella seca tarde de verano cambió su rumbo eterno. Él nunca llegó, las palabras no fueron necesarias, Emilió comprendió con exactitud el ciclo. Acompañado de sus recuerdos, recorrió las callejuelas del centro de la ciudad, pensó en todo y en nada, miró el horizonte y rió a ratos, su mundo fue perfecto.

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